sábado, 16 de enero de 2010

Desde Colombia-HOMENAJE A JAIME GARZÓN

HOMENAJE A JAIME GARZÓN
RASTREANDO LA CARICATURA AUDIOVISUAL (CARICATUMEDIA)
Hace una década –y el pasado 13 de agosto de 2009 se cumplió la fecha fatídica–, Colombia perdió a uno de los más grandes caricaturistas de todos los tiempos, sin que aún se conozca, realmente, como en todos los magnicidios de nuestro país, los verdaderos responsables de su muerte.Y subrayo que era un caricaturista porque ya demostramos que la palabra caricatura proviene originalmente del italiano caricare, cuyas acepciones son recargar, exagerar. Razón por la cual, en el idioma de Dante, Caricato posee como sinónimos las expresiones pesante, accessivo, esagerato, esasperato, esmaccato, teatrale, affectato, artificioso, forzato, leziooso, maneriato, todas ellas relacionadas de alguna manera con lo recargado, lo exagerado, lo cómico, la caricatura e igualmente relacionadas con el ser y el quehacer de Jaime Garzón.Mientras que, reapropiando la misma raíz etimológica, en el idioma de Cervantes caricato posee como acepciones principales la de bajo cantante de ópera que hace los papeles de bufo, pero también, actor cómico especializado en la imitación de personajes conocidos; o es reseñado como un americanismo (RAE) que se traduce como caricatura; con las múltiples acepciones que en hispañol[1] posee este polémico término.La caricatura será entendida, entonces, desde un nuevo paradigma de comprensión, como la objetivación de una voluntad en acción de quien –desde una particular forma de enjuiciar la realidad–, recarga, sintetiza, caracteriza, recompone o exagera una forma, un movimiento o una situación con el propósito de producir reacciones humorísticas en otro significante. Y el caricaturista será aquella persona que, a través de complejos fenómenos intelectuales y emotivos y por distintos medios, propicia el encuentro de sus receptores con diversas fuentes de placer cuando acentúa las gesticulaciones sociales o revela las intenciones de aquellos quienes amenazan valores considerados universalmente válidos, favoreciendo la catarsis y el control social.Y así como fue posible hablar de caricatura escrita (caricalomía) al referirnos a la obra del genial caricaturista Francisco Quevedo Santibáñez y Villegas, vamos a acercarnos a la caricatura audiovisual (caricatumedia) y sus especiales condiciones de producción a través del homenaje que cuatro de los grandes fisonomistas de Colombia le tributan a Jaime Garzón en la exposición Rastreando Rostros Desde el diseño conceptual como nota característica predominante de su propuesta en esta exposición, Elena Ospina nos entrega un Jaime Garzón en el que se acerca al chiste caricatográfico al abrir un compás narrativo. Y aunque el diseño conceptual predomine, también se puede apreciar la síntesis en los elementos eliminados, incluido el rostro que debería sustentar la fisonomía de Garzón. La exageración de la forma como otra de las notas esenciales de la fisonomía caricatográfica se aprecia en los labios y en la dentadura desordenada que caracterizaron al caricaturista homenajeado.Interesante en esta narración grafica de Elena, tanto el movimiento como el juego de planos y la triplicación del pato que fuera símbolo de programa Quac, El Noticero. Formato televisivo heredado, depurado y mejorado, del provocativo “Zoociedad”, con los que nos hizo carcajear y nos ayudo a releer la realidad política colombiana.En nuestra lectura, esta clonación no es adjetiva en Elena y subraya la necesaria complicidad en el equipo de producción de la caricatura audiovisual.
Porque la caricatumedia escapa al ejercicio creativo del caricaturista oral, escrito o gráfico, que puede hacer su trabajo en solitario.Por sus condiciones técnicas la caricatumedia tiene como base de producción tres códigos básicos (sonoro, lingüístico y visual), ciertas tecnologías reproductivas que demandan el uso de la energía y unas muy especiales condiciones de participación de un personal especializado en diferentes modos de encodificación de los mensajes y sus intencionalidades.Esos tres patos símbólicos, entonces, no solo reconocen la necesidad de trabajo en equipo en el quehacer de la caricatura mediática, sino que nos recuerdan, además, los nombres de Eduardo Arias, Karl Troller y Darío Morales, encargados, con el propio Garzón, de incubar los huevos podridos que desde El Noticero lanzaban a los personajes politicos y a las instituciones de una nación que hacía y sigue haciendo aguas, hasta en los más profundos cimientos del Edificio Colombia.Sólo que gracias a las acciones de las negras aves carroñeras que aún sobrevuelan la realidad colombiana, ya no está Jaime Garzón –y con él su equipo de guionistas–, para señalarlos con el dedo acusador de esa risa que duele, pero que ayuda a hacer catarsis, a estar despiertos y atentos ante los desmanes de los inescrupulosos.Ya habíamos señalado que, desde su ejercicio de síntesis como nota predominante en su nueva propuesta, Calarcá nos había acercado a uno de los personajes que sirvieron de bisagra a Garzón para comentar los sucesos políticos en los tiempos del “Asalto Social”.Pero ahora, más allá de evidenciar la extrema síntesis del ojo ciclópeo de la verbosa cocinera de Palacio: Dioselina Tibana, queremos señalar cómo Calarcá inquiere gráficamente en las manos nerviosas de ese personaje preocupado por los “cocinaos” de Palacio. Gesticulación que reafirma otra de las notas características del personaje: su propensión al chisme. Detrás de la fisonomía de Dioselina también es posible reconocer a Garzón, gracias a la exageración de la boca y la dentadura desigual.Recordar a Dioselina Tibaná es volver a mirar con una tristeza extraña y una sensación de pérdida irrevocable, matizada por la risa, a un hombre que latigó momentos vergonzosos de la historia de colombiana.Tiempos que no concluyen sino que se prolongan y profundizan, como inimaginable pesadilla, en un proceso de desinstitucionalización y atornillamiento que carcome y desesperanza.

La Tibaná, con su mirada urticante, jocosa y critica, nos acerca desde las orillas del recuerdo a ese catálogo de imaginarios inolvidables: Nestor Elí, Godofredo Cínico Caspa, el chafarote del Quemando Central, la periodista gomela, el estereotipado izquierdista John Lenin; narcos, paracos y embajadores gringos; en fin, un sinnúmero de personajes bien concebidos y mejor interpretados que dieron cuenta del ingenio de los caricaturistas audiovisuales; entre los cuales Jaime tenía la voz cantante.Volver a Dioselina y a toda la polifonía de creaciones caricaturescas de Garzón y su equipo de caricaturistas, es también entender la parodia como un mecanismo de la risa que, en un proceso de circularidad, sale de la cultura y regresa a ella transformándola. Ella explica por qué, en una noche de domingo, no se podía ser el mismo colombiano antes y después de ver a Quac, El noticero, cuando Garzón desnudaba, con gracia inimitable, las verdaderas razones de las gesticulaciones mediáticas.La exageración como nota predominante vuelve a ser la constante en el ejercicio artístico de Omar Figueroa Turcios. Este fisonomista mundial le brinda condiciones antropomórficas al pato simbólico de Cuac, para dejarnos entera la fisonomía de Garzón con una mano y un dedo acusador que sale de su cola de pato. De esta forma Turcios subraya simbólicamente la condición de Garzón de monstruo enorme, de figura mítica, detrás de la que sobreviven, para la memoria, los personajes Emerson de Francisco o William Garra.Este hombre–pato, podría formar parte, sin complejo alguno, de la panoplia de quimeras que supieron transmitirnos los griegos en un catálogo inmortal de imaginarios cosmogónicos, o engrosar, con gracia, el grupo de seres que Borges recobró e inmortalizó en su Manual de Zoología Fantástica.
Don Jorge Luis, con su sorprendente mirada de asombro y creatividad, y su conocimiento de la Cábala, le hubiera dado vida plena con el nombre, también mítico, de El Gárpato.En contravía de sus compañeros que encontraron en la risa de Garzón el motivo central de sus exageraciones, síntesis, caracterizaciones y diseños; Orlando Cuellar, O.Cuellar, traslada el fulcro del pesaje al extremo antípoda: la mueca de tristeza. De esta forma, la comedia y la tragedia como representaciones alegóricas del teatro de la vida, en las que Jaime Garzón escanció hasta la saciedad, cobran la totalidad de la significación.En esa antípoda, encuentra O.Cuellar el planteaminento básico de la representación gráfica: la desolación o el humor desamparado, esa reacción que mueve amargamente las entrañas y produce, en la bilis, el humor negro.Desde la composición, la línea y el tricolor patrio ya está hecho el planteamiento total. La mínima recarga del gesto de hastío, miedo, asombro y descorazonamiento en la boca de Garzón, es la summa de la caracterización como nota predominante en O.Cuellar.
Y detrás de ese gesto profundo, distinto a los abordajes de Calarcá, Elena y Turcios, que acogieron el gesto cómico para caricaturizarlo, toda las síntesis de la tragedia que vive Colombia. Un gesto que es, a la vez, correlato de su desamparo que no es otro que el desamparo de todos sus compatriotas en una nación donde no prima el Estado de Derecho. Y detrás de la tragedia personal y colectiva, otra recarga que hace recalcitrante la narración: una bandera, con su carga simbólica, que se desenvuelve sin detenerse y sin proteger. Una patria (como concepto adulterado) que no ampara la risa, que falsifica la verdad y tapona el futuro. Y con ella una atmósfera de irrealidad que retrata el desasosiego que vive esa nación que amaba Garzón y que lo inmoló en el ara de la estupidez. Una estupidez que para nada convive con la risa, con la alegría colectiva y el derecho de ser en esta parte del planeta.Desde la contrariedad de la tragicomedia, estos cuatro artistas de la caricatografía colombiana le rinden un homenaje sentido al más grande de los caricaturistas colombianos. Fisonomías caricatográficas que recuperan para la memoria la valía de este ya histórico personaje que nos dejó en la retina la carcajada igualitaria de Heriberto de la Calle, el arquetipo del filósofo popular con el que era posible identificarse. Un homenaje que tuvo finalmente la comercializada Feria del Libro como escenario rocambolesco y que deja a la Cámara Colombiana del Libro en deuda con aquellos artistas de talla internacional que crearon el Pabellón del Humor en beneficio de los colombianos.Coletilla: Algún día habrá que hacer, en torno al patrimonio cultural colombiano, una discusión entre lo público y lo privado y averiguar los recursos que la Nación y el Distrito aportan para que unos pocos se enriquezcan.
Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, agosto de 2009.
Ensayo publicado en la revista Salmón del Diario La Patria de Manizales (Colombia), Revista Artefacto de Perú, Blog Humorgrafe, portugal , Blog Madridmas, España y Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, Cuba, pero enriquecido con las posibilidades del lenguaje propio del blog, para esta publicación (2010) en REIR -Red de Estudios Iberoamericanos Sobre la Risa-
[1] [1] Hemos propuesto la denominación Hispañol para ese lenguaje extenso que, más allá del castellano, integra todas las raíces y expresiones que configuran los territorios hispano e iberoamericanos, a los que no les alcanza sólo la denominación del Español; porque es grande el raudal de términos que le aportó y le sigue aportando América en idiomas como el Quechua, el Aymara, el Guaraní o el Maya; lenguas además vigentes en muchos territorios de América Latina. Así como la presencia y los aportes recibidos desde el Catalán, el Gallego o el Portugués. E incluso desde la configuración de jergas como el Lunfardo, que no son reconocidas por la concepción monárquica que establece la Real Academia en procesos burocráticos que no dan cuenta de una lengua histórica, viva, integradora e incluyente.

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